martes, 5 de junio de 2012

El Pianista



¡Quince días de vida, es todo lo que me queda!; tal vez la muerte  me encuentre antes, por eso te pedí que vinieras. No tengo como pagarte el que hayas atendido mi petición tan pronto, sé que es un viaje largo y tedioso,  prometo que  luego obtendrás el descanso que mereces.  Eres lo más allegado a mi sangre, mi único amigo se podría decir; jamás me has reprochado algo, y has callado cuando  pedí que lo hicieras. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez  que nos sentamos a tomar una copa,¿ 13 años quizá? he sido un ogro, lo sé, no pienso pedir perdón por eso, ni por los mil desplantes que hice a tu persona, tengo mil escusas que me dan la razón,  solo pido,  que comprendas a este desalentado muro de hielo,  que me escuches, y comprendas, por que tantas veces ignore tus preguntas.
Puedes notar que la enfermedad  me ha devorado cruelmente,  por eso no quiero perder un segundo, ¡mi vida fue un pobre suspiro, soy un viejo, pero creo que “viví”   muy poco.
Quiero pedirte un favor, un último favor; bien sabes que no puedo escribir, y si no te molesta, quiero que me ayudes en la tarea de forjar con papel y tinta,  la historia que no me atreví a contar durante cuarenta años; quiero que tú lo hagas, tengo una deuda con tu lealtad, debes saber la verdad de mi vida, no pienso quitarte demasiado tiempo, lo prometo, complace a este moribundo, a este mísero guiñapo por primera y última vez.
Era yo muy joven entonces, veinte cinco años tal vez, dedique mi juventud al estudio del piano, pase la mitad de mi vida sentado frente a él.  No hubo  jamás de parte mía un afecto igual por alguien o por algo, música era todo lo que veían mis ojos, ¡polonesas y nocturnos, rapsodias y sonatas fantásticas! Conciertos completos, mazurkas y valses, entonces mis manos,  me daban todo el gozo que necesitaba.
Tenía que vivir de algo, esta  endeble salud no me permitió jamás consumar labores plenamente físicas, trabajos pesados,  además, no quería dedicarme a otra cosa, como ya lo dije,  entonces trate de ganarme el pan  con lo que tanto amaba y tan bien sabía hacer.
Fracase, si, fracase casi siempre; era difícil conseguir un buen contrato, yo era mejor que muchos músicos de S...  pero ellos venían  de familias adineradas y de tradición, yo era el hijo de un pobre peón, y aunque reconocían mis dotes artísticas y más de una vez pedían consejo, eran los que se llevaban la mejor tajada, yo me quedaba con las sobras, y muchas veces sin nada.
El tiempo me asalto por más de diez Abriles, y yo seguía aferrado a una obsesión estéril, a un amor que  no llevaba el pan a mi boca,  más de una vez  me vi obligado a recurrir a la limosna, o a trapear en los burdeles el vómito de los borrachuzos, en fin, toda clase de humillaciones viví para ganar un par de monedas, mientras  mi amor por el arte, permanecía intacto.  El fruto de tantos fracasos, se vio convertido en una terrible dependencia por el alcohol,  los pocos centavos que ganaba se quedaban en la tienda de licores, o en los prostíbulos, mi vida era entonces un sorbo amargo, difícil de pasar.
Escribí mil obras que a mi parecer eran perfectas, minuciosamente revisadas,  llevadas a la interpretación más profunda y bañadas de virtuosismo, guardaba una esperanza en cada manuscrito, creía que tal vez, algún día , un golpe suerte  me sorprendería tocando en las puertas de mi casa; Lleve mi música a diferentes salones, expuse mis composiciones ante el mundo, sin resultado positivo, tal vez era obsoleto, o no eran perfectas como yo suponía, nadie  me daba una mano, mas parecía que querían verme  estancado, no argumentaban las blasfemias con que opacaban mis arreglos, yo conocía el piano como nadie, mi trabajo era expresivo, completo, sentía ira a causa de tanta estupidez ,ya  no me cabía en la cabeza la idea de seguir siendo un infeliz, mejor  estar muerto y alejado de tanta mediocridad,  de ese círculo que no veía el feroz talento que brotaba de mis manos; entonces me harte, y una noche me eche a maldecir, maldije al creador y maldije a la buena luna, maldije a la mujer que me trajo al mundo y maldije la hora en que me enamore del arte y sus máscaras.
La furia que sentía, me llevo a invocar el demonio, a ese  ángel caído en  el que jamás había creído, la impotencia a la que me había llevado la frustración, hicieron que de mis labios trastornados salieran palabras indebidas;
“Lucifer, ¡quieres mi alma? Te la doy a cambio de unos días de éxito”
Eso  mismo dije, no te asombres.
“¡Si es que existes ven hasta mí, y dame lo que te pido, ven y échale una mano a este desdichado, a este estúpido borracho, anda cobarde, ven aquí!”
Sin más, desconsolado me fui a la cama, Esa noche  caí en un sueño profundo  pero tortuoso, acompañado de pesadillas, y sudoración  desmesurada, una horrible velada, una función  para el olvido.
Lo que desde ahora empezare a relatar, podría afectar tu espiritualidad, por tratarse de cosas horribles y que parecen sacadas de un espantoso relato paranormal, no espero que me creas, para mí eso no tiene importancia, tómalo como desees, solo te suplico que no pierdas detalle del episodio que abordare. El diablo en verdad existe, respira muy cerca de mis hombros, yo le ofrecí mi alma esa noche, inocentemente, como si se tratara de un simple juego, lo que entonces  ignore, es que sus oídos son tan agudos como la punta de un alfiler.
La mañana que vino después, fue la ventana de mi calvario; empezó la rutina cotidiana de tomar papel y lápiz, de acomodar  cada figura en el pentagrama, idea tras idea, borrón y cuenta nueva, horas largas con pequeñísimos resultados, suspiraba y maldecía, bebía un trago, y volvía a respirar, el automatismo absoluto, un  beso frio contra la nada, constante y frustrante ,pero luego, extrañamente , mis dedos comenzaron a deslizarse por el piano,  dejando oir una cadencia magnifica, dotada de la beldad más amable, largas frases, llenas de gracia y misterio, ¡me deje llevar por ese algo que estremecía mi alma, y continúe tocando, si, tocando como un animal sin razón,  perdido en la dicha, asombrado por tal evento!
Logre escribir todo lo que mis manos “improvisaron” pero aún faltaba, desde mi conocimiento, el final de dicha obra. Decidí  relajarme un par de minutos, bebi una copa y me sente de nuevo frente al piano, pero esta vez, ninguna idea brotaba de mis sienes,  podía recordar las partes anteriores, pero me era imposible llegar al final adecuado a la armonía establecida, sentía que la música no era totalmente mia, alguna idea arcaica influenciaba cada frase, cada compas,  era frustrante tal situación, hize todo esfuerzo mental para dar con el final, y como ya dije me fue imposible dar con siquiera una nota, con siquiera un acorde.
El cansancio empezaba a hacerme trisas, mis parpados pedían una pausa, mis manos ya se habían rendido, empezaba a quedarme dormido, y entonces,  de la nada una voz suave, susurro a mis espaldas “escribe, escribe, el final, escríbelo” ;Un impulso repentino me llevo hasta el piano, y como por arte de magia, los dedos empezaron a correr una carrera que me asombraba, que me asustaba, pero que me satisfacía como nada lo había hecho jamás, Plutarco dijo que disfrutar todos los placeres es insensato, y que evitarlos es insensible,  que podía hacer yo en tal situación , frenar con la espuela, o explorar el mar de la excitación, ¿vivir de los temores, seguir decayendo, nada bueno había detrás de todo aquel misterio, eso lo tenía claro, pero,  nada me importaba más que triunfar, y sabía que con el final de la citada composición en mis manos, el triunfo, la gloria, el respeto que desde hace tanto  merecía llegaría sin tardar demasiado. Por fin mis dedos se detuvieron,  en el Fa sostenido  de la segunda octava; inquieto me aleje, tome el manuscrito principiado, y en seguida me ocupe en terminar de cifrar aquella apacible y atractiva cadencia.
Al ver mi empresa finalizada , y luego  de pellizcarme  en repetidas ocasiones, de dudar sobre mi cordura, y llevar al juicio más radical todos esos impulsos  y deseos,  después de buscar respuestas a tantas cuestiones, que parecían insondables, vanas, fantasmales y fugaces , después de ver  cada figura, cada ligado, adornando el pentagrama, no me quedo más que arrodillarme con el papel entre las manos y respirar profundamente, lentamente, de la manera más delicada, como poniendo mi alma en las manos de céfiro, levanté la cabeza,  cerré los ojos,  y medite sobre tantas cosas, que podría decirte que vi resumida mi vida en un segundo, en un solo capitulo, en  esa obra, en cada línea escrita.
Todo después era silencio, mudez,  el piano, el manuscrito y yo, nosotros y la habitación, no había espacio ya para una botella, ni para el descarado humo de un cigarro medioconsumido, interpreté  la obra de mi esperanza consecutivamente, una y otra vez,  y me enamoraba más, y mis oídos eran arrullados por la majestuosidad de aquella hermosa creación. Mientras me envolvía lentamente el halo pasmoso de la somnolencia, una atmosfera densa y oscura empezó a ocupar la habitación; de ella se apodero un frío indescriptible, húmedo, fastidioso; yo estaba entre dormido y despierto, y de pronto ante mi asombro, aquella voz que un par de veces me había sorprendido,  se mostró ante mi como un retumbo macabro que se estrellaba contra las paredes y los muebles.
“Lari…Lara…lari…Lara”
Volteé buscando el desgarrador eco, pero esta vez la voz me sorprendió desde el suelo, desde el  entablado, sé que parece cosa de locos, pero así fue como sucedió.
“No me busquéis, yo ya hice mi parte,”
Me quedé inmóvil, mirando las teclas del piano, y entonces de nuevo.
“el laurel te encontrara, no te afanes, solo dedícate a hacer lo que sabéis hacer mejor, tocar, tocar, Lari…Lara…lari…”
-me habéis llamado, me habéis ofrecido tu alma, ahora eres de mi propiedad, en la eternidad. Disfrutad  de este momento, tendréis todo lo que tus ojos deseen ,oro y abundancia, los mejores vinos, los más finos  trajes, todo, todo lo que tu codicia te permita imaginar; no tendré afán en  venir por ti, pero escuchadme bien, escuchadme con atención, jamás habléis de mí, con nadie, ni con tu madre, ni con tu nada, ni con tu prole o tu perro, aún más importante es que jamás le des a esta obra el nombre de una mujer, o el de una flor, si eso sucediera, entonces  tendréis que morir tres veces antes de llegar al sepulcro; por ningún motivo hagas que eso pase, procura ser recordado por las generaciones futuras, deja que tus manos hagan todo  el trabajo,  y ten en cuenta la opinión de tu lucidez …Lari ….Lara…”
¿Cómo me sentía en ese momento? Ni yo mismo lo sé , me daba miedo saber que no estaba ebrio para creer que se trataba de una fantasía absurda, o de un juego mental producido por mi estupidez, o por una alta dosis de alcohol apuñalando mi sangre, que voy a saber yo, ¡horrible confusión! Al parecer mi alma pertenecía ahora al demonio,  ¿nada bueno verdad?
Fue hasta el otro día que confirme  esa idea, la música aun inundaba todos los rincones de la habitación, el manuscrito yacía encima del piano, y mis dedos aun temblaban, trastornados definitivamente.
No había un solo pan en la alacena, en mi bolsa solo había polvo y ruina, creí que lo más indicado en ese momento era salir a tomar un respiro, la cabeza me daba vueltas cual  carrusel de feria, en mi mente habitaba cada episodio vivido aquella noche de arrebato; debía dejarme llevar por el perfume de los jazmines, ese que tanto me agradaba, y no pensar en nada, en nada de lo que había sucedido, siempre me distraía con esas cosas cuando el hambre me hostigaba, caminar o hacerme el fuerte para disimular la necedad, a veces funcionaba.
¿Qué paso después? Había algo que debía mostrarle al mundo, si le debía entregar mi alma al demonio, debía ser por una causa justa,  por algo colosal, ¡debía triunfar,  pensar en la gloria y el respeto que tanto  desea la carne,  ser recordado por las generaciones venideras, hacer que mi nombre se extendiera  a la distancia como el de un Genio, así, como lo hicieron Bach y Tartinni, como lo hicieron Weiss y Narváez!  Entonces así pasaron 7 largos y gloriosos años, bebiendo de las copas más extravagantes, luciendo los mejores trajes, viajando por todo Occidente al lado de mi gran composición ; fue fácil ganarme un lugar en los mejores salones, ser contratado para dirigir magnos conciertos, hacia los arreglos para la orquesta de la corte real en B… y además ganaba  cientos de Monedas por  interpretar  mis demás composiciones a importantísimas familias de políticos y artistas, mi conocimiento teórico aumento en sobremanera, ahora era capaz de escribir armonías de increíble dificultad, mi nombre pisaba con fuerza entonces, ¿Qué más podía pedir? Me di cuenta que siempre hay algo de más que el corazón desea.
Las tentaciones que el demonio nos muestra como bellezas, son solo mascaras de futuras ruinas, mi corazón quiso una  compañía más humana, buscaba unos labios, me pedía a gritos un romance carnal,  ya no bastaba el calor de Euterpe, ni el cobijo de Apolo, y entonces abrió las puertas a un amor que jamás debió entrar en mi ser; el nombre de una mujer, es siempre por quien un hombre pierde su alma, el demonio lo sabe, por eso lo dijo,   es más peligroso que bañarse con jarrados de  espinas, creedme mi joven amigo, el aroma de esa mujer cobro una cuenta que todo el oro existente no podía pagar.
La conocí en M… en uno de tantos viajes a occidente, era la hija de un  renombrado escultor, una mujer brillante y dotada de la gracia que viene de las estrellas; hubo  muchas casualidades entonces, como si por algún motivo, debiéramos estar juntos; el destino nos prepara situaciones, que ponen a prueba nuestros pellejos, que nos hace preguntarnos, que tanta miseria podemos soportar. Me enamore en el instante que la vi, ¿y cómo no enamorase de ese coral efusivo? De esos labios carmesí, jamás veras otra como ella, de eso estoy seguro, y jamás debes encontrar una con ese nombre,  ¡colchón de nubes que daba pan a estas manos!
De ella contare solo lo debido, por respeto al cariño que aun guardo para ella. Nos casamos en nombre del amor que habíamos jurado, todo paso deprisa, pero yo era afortunado entonces, me acostumbre a su vanidad, y al olor de su pelo, cada noche desde que la bese por primera vez me regalaba su cuerpo y su adorable lujuria; en el día era la mujer que me daba consejos, me acompañaba en cada concierto, era mi guía entonces,  hizo que en parte me alejara del alcohol, apagaba las velas cuando frente al piano me quedaba dormido. Era como mi ángel protector, el regocijo de mi pecho. Todo iba bien, hasta que un día sentí la necesidad de dar un nombre a la obra que entonces me había dado tanto, del demonio no supe nada durante los años que pasaron, así que cansado de no tener un título con el cual  presentar aquella sonata ante el público, decidí darle el nombre de mi amada, de la muy buena y la muy graciosa. En la víspera de su cumpleaños, yo mismo hice que la servidumbre nos dejara solos en la mansión, preparé un banquete como homenaje al bello Ángel, y me dispuse a sorprenderla con mi regalo.
Preparé el asiento sobre una delicada alfombra roja, y le pedí con humildad que se sentara. Le declaré mi idea como el mayor acto de amor, dije  con voz firme: - “acepta que esta obra, la obra que tanto amo, lleve tu nombre,  dame el derecho y escucha lo que a partir de hoy es más tuyo que siempre” Preparé mis dedos para el festín y di comienzo acentuando mi espíritu en el suyo, como la más pura alianza; lo que vino enseguida, fue terrible, ¡Dios de mis Oraciones! lo recuerdo como un sentimiento nauseabundo, con bastante dolor claro está, pero horrorizado por el espectáculo funesto que se presentó ante mis ojos.
Finalizada la obra, se paró desesperada del asiento,  cuando la última nota sonó en la antecámara, de sus oídos empezó a brotar sangre como un rio,¡ brutalmente!, yo no pude hacer nada, nada pude hacer, ¡algo la levanto, algo invisible, no sé cómo sucedió!, su cuerpo empezó a ir de pared en pared,  golpeándose bestialmente,  y entonces del suelo emergió pesadamente esa voz que yo creía jamás volvería a escuchar.
“¡Tres veces has de morir, necio lo tenías todo!”
Me fui contra un rincón, hecho un manojo de nervios, mi dulce coral yacía inerte sobre la alfombra, desangrada, magullada, totalmente deshojada. ¡Que iba a saber yo que estaba pasando, en verdad mi alma tenía un dueño celoso, como había llegado a  todo eso, yo lo sabía, lo sabía muy bien, ahora que iba a decir, ¿que el demonio había asesinado a mi esposa? Nadie iba a creerlo! entonces  en medio del frenesí me arroje a la puerta principal y empecé a pedir auxilio, grite solicitando ayuda, inventando que E… había rodado  por las escaleras.
El día del sepelio, interpreté todo un repertorio en su memoria antes de sepultarla, había dejado un vació enorme en mi corazón, en mi música, en mi vida, la extrañaba ahora que no la tenía, como a nada en la vida, porque aun veía en el cielo sus ojos confundidos, y me sentía culpable por no entender que había pasado, o mejor, de no querer entender lo que bien sabia.
Los días ahora corrían  sin prisa, pensé que viajar de un lado a otro me serviría para encontrar consuelo, que la música me aliviaría el corazón de nuevo, como tantas veces; paso un mes y nada cambiaba, ni si quiera el arte alejaba la pena de mi lado, entonces una noche, al ver que no había valor  en las riquezas materiales que poseía, al sentirme solo, muerto, muerto por primera vez, decidí con impulso de enloquecida furia, despedirme de mi buen amigo el piano, tome el trabuco, prepare la carga, y puse su cañón en mi boca… acto seguido, una fuerza de otro mundo, retorció mis manos hasta hacerme arrojar el arma; como impulsado por la corriente más feroz,  caí en el suelo con las extremidades destrozadas, ¡peor fue la sorpresa, y el horror de ver como mis dos manos habían quedado completamente torcidas!, ¡rígidas!,¡ torcidas y rígidas como una rama seca!, no había movimiento en mis dedos, no había un solo movimiento en mis pobres manos,  estaban muertas, que tragedia horrible, yo entonces estaba muerto por segunda vez, ¿qué iba a ser de mi vida entonces?,  A pesar  de la consternación, logré ponerme de pie,  y antes de poder huir de todo ese infierno, el demonio me dejo oír de nuevo su voz:
“Tres veces has de morir, necio lo tenías todo”
Jamás pude volver a tocar un piano, nunca más pude escribir una sola línea, por eso mis manos provocan tanta repulsión, porque están muertas; son las manos de un condenado, de un hombre que ha muerto ya dos veces, y al que le queda una muerte más. Todos estos años he temido ese día, el día que muera  mi cuerpo, pues mi corazón murió ya un par de veces;  soy un hombre sin alma, mira a donde me llevo el deseo, ¿qué pena verdad?
Aquella obra que me dio y que me quito tanto, jamás fue olvidada, dejé que varios maestros la reprodujeran, y como sabéis se ha interpretado en gran parte del mundo; ¡sí que es una composición respetada!, me queda el consuelo de que es llamada por su nombre, ¡lleva ese bello nombre que por mil razones se aferra a mi espíritu aun en la distancia!. El júbilo y la gloria dejaron de importarme el día que perdí mis manos, y al amor de mis amores, creo que es evidente, sé  que se nota en mis ojos; dime,  ¿de qué sirve ser el dueño del mundo, si no se es el dueño de su alma? Dime, ¿de qué sirve?

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